Por la Dra. Aida Wilson Caicedo M.D.
La familia es el lugar por excelencia, para desarrollar la delicada personalidad del niño de 0 a 6 años. Allí se sientan las bases, se aprenden los valores éticos, se inicia la socialización y se comprende la importancia de sí mismo y de los demás en las actividades de la vida diaria.
El amor, no solo sentido sino muy claramente manifestado por los padres, hermanos, abuelos y todos los adultos involucrados en el cuidado y atención esmerada de los niños, deja una huella que influirá en su personalidad de joven y adulto.
Tan importante como la alimentación, en ésta etapa, el amor es insustituible!
El amor se manifiesta de muchas maneras:
En la ternura y las palabras amables mientras se realizan labores de cuidado diario.
En el apoyo y atención inmediata a las necesidades del niño, a veces pedidos con llanto o gritos, poco a poco con palabras o actitudes.
En el sentimiento incondicional de amor y protección que el pequeño comprende desde sus primeros días.
En el acompañamiento en el aprendizaje de cada día, dándole confianza en sus propias capacidades.
En la disponibilidad de tiempo para hablarle, consentirlo y escucharlo aún cuando no habla o se expresa poco o inicia un diálogo.
En el ejemplo, enseñando con él y confirmando con palabras lo que es aceptable en cada circunstancia.
En la valoración del niño como individuo, respetado siempre, cuestionado casi nunca y con argumentos según la edad, aceptado y amado.
En la educación con paciencia, disciplina suave y progresiva al ritmo propio de cada niño.